20 de julio de 2007

La tarta casera

Creo que con 15 años aprendí a cocinar mas o menos en serio, y mi hermano aprendió a la vez que yo, de manos de la única "maestra" que teníamos, mi madre. Desde entonces y hasta que me fui a Zaragoza, cocinaba siempre que podía, y experimentaba mucho, de hecho, mi madre nos enseñó lo que son las "técnicas básicas": conocer el sofrito, guisar, hornear y repostería. En el tema ensaladas aprendimos rápidamente que eso era libre albedrío.

Mi hermano me superó en los arroces, la pasta y sus salsas, carnes..., sobretodo porque a veces me invadía la pereza y no me apetecía calentarme la cabeza pensando el menú. Y era complicado porque mi padre era (y lo sigue siendo) vegetariano, y mi hermano muy carnívoro.
Pero en lo que no me ha superado y seguramente tardará en alcanzarme, es en la repostería.

Aquí sí que "el orden de los productos altera el resultado"y no es lo mismo algo caliente que templado. Esto ya no es cocinar, es alquimia. Transformar azúcar en caramelo, convertir claras en merengue, hasta ahora, sólo yo he sido capaz de preparar pasteles, bizcochos, tartas y todo tipo de dulces con un resultado más que aceptable. Pero me hago de rogar, preparo muy poquitas veces, y menos aún en verano, el calor que desprende el horno no es lo más agradable en agosto.

Es en esta época de año, cuando llega el cumpleaños de mi madre y mis hermanos vienen siempre con la misma pregunta: ¿que ingredientes necesitas para hacer la tarta?

Asumen que me toca a mi preparar la tarta, no tanto por ser la hermana mayor, sino porque saben que sabré estar a la altura de las tartas de la "maestra" (recuerdo las tartas con forma de gato, muñecas, barcos, tren y osos de la maestra... aún no he llegado a ese nivel).

Así que cuando mañana me encuentre en la cocina, batiendo huevos, mezclando harina y con el horno encendido, con un calor de mil demonios; sabré que este es uno de los mejores regalos que puedo hacerle a mi madre en su cumpleaños.